Qué lamentable espectáculo
Presidente Seminarium Penrhyn International
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Rafael Rodríguez
No conozco al honorable diputado Gaspar Rivas; sólo sé lo que algunos chilenos habrán reparado, que fue elegido dentro de un cupo del partido Renovación Nacional y que posteriormente renunció a dicho partido, haciendo declaraciones bastante altisonantes en su momento.
Ciertamente que esta vaga conciencia de su existencia cambió radicalmente después de las estrafalarias y ofensivas declaraciones que hizo respecto de un relevante empresario chileno.
La forma tan ofensiva de expresarse se asimila mucho a los blogs de internet donde se dan los más feroces y descarnados epítetos para expresar puntos de vista más bien febriles. Lo del diputado Rivas se iguala a los peores comentarios que se pueden encontrar en la red, generalmente bajo la protección del anonimato.
Esta actuación es merecedora de un análisis más profundo como acción que trata de llamar la atención, objetivo plenamente cumplido y validado con sus reacciones posteriores a sus dichos en las que los reafirma y reitera desafiantemente ante el anuncio de una demanda. La pregunta que a continuación surge ¿es esta una forma legítima o válida para lograr el objetivo de llamar la atención pública? La respuesta tiene dos ángulos, el primero de forma y el segundo de fondo.
La forma soez para referirse a una tercera persona no debiera ser el lenguaje en que se discute en las instituciones republicanas. Si ahí se discute insultando, denostando, injuriando; qué queda para las personas menos educadas que habitualmente miran como referentes a personajes públicos quienes han sido más afortunados en su educación. Una sociedad debiera ir mejorando sus formas. Los líderes de opinión juegan un rol importante en determinar el tono y en ir elevando el nivel del debate social, la forma empleada por el diputado en cuestión reniega de estos principios.
La segunda dimensión es el fondo; el único punto posible de encontrar algo de esto en su histriónica declaración es la responsabilidad de las inundaciones en Santiago que le podría caber al citado empresario, de lo cual es absolutamente inocente a juzgar por la forma como se produjo la inundación –ampliamente explicada por las autoridades competentes-, por las declaraciones de la empresa a cargo de la inversión y finalmente por el hecho de que el empresario es un inversionista en el proyecto erróneamente atribuido como responsable de la tragedia.
Lo anterior lleva a concluir que el diputado es ignorante de los hechos sobre los cuales asigna responsabilidades a este poderoso pero para estos efectos pobre empresario aludido.
Un amigo economista citaba una frase célebre: “dime lo que pierdes y te diré lo que opinas”, la que aplicada a este caso sería que entre tanta pérdida la única ganancia es la publicidad obtenida por este Honorable sediento de notoriedad. Lo logró a costa de denostar soezmente a un inocente, juzgarlo públicamente con los privilegios que le da su posición y a contribuir al desprestigio de una institución republicana y de la clase política a la cual pertenece.
Una pírrica victoria del no sé si a estas alturas tan honorable diputado Rivas. Le ha hecho un pésimo favor a Chile. Ojalá que por medio de una demanda en los tribunales le hagan pagar parte de los destrozos causados con su lamentable y premeditado actuar por un pretendido beneficio de notoriedad personal.